viernes, marzo 10, 2006

Un retrete no inaugurado y olvidado Julio 2003


UN RETRETE NO INAUGURADO Y OLVIDADO

Leo en la página 12 de este periódico : “Los vendedores del ´Buen Acuerdo´, hartos de los continuos robos”. Por lo visto los cacos han tomado a estos sufridos comerciantes como la vagina de “La Bernarda”. La tal Bernarda tuvo que ser una señora muy puta que se beneficiaba a todo caballero que se le cruzase en su camino. Y no me extraña nada que estén hartos, hasta las mismísimas bolsas escrotales de tanto vandalismo y tanto robo. Como el daño ya está hecho y seguramente que las autoridades competentes ya habrán tomado sus medidas, esto hay que tomárselo con un poco de humor, aunque sea del más negro; lo digo por su dramatismo en sí.
Un señor que se queja dice : “ .....En el último robo los ladrones además defecaron en las papeleras”. O sea que dejaron una mierda, su sello más personal e intransferible; no deben tener otro. O quizás le vino un apretón imprevisto y lo hizo en la papelera, el muy guarro.
Permítanme que les diga que todo esto del ladrón-cagón del “Buen Acuerdo” tiene algo parecido en lo referente a las defecaciones con unos retretes que han colocado en la playa de la Carihuela de Torremolinos, o sea en la arena junto al paseo marítimo, a pocos metros del Puerto Marina. Me refiero a un barracón de madera parecido al de una sauna finlandesa con tres puertas, siendo una de ellas más ancha para que quepan los carritos de los minusválidos, las otras dos son una para las mujeres y la otra para los varones. El cartel que figura en el frontal es de la Junta de Andalucía (de mi “amiguito” Chaves, según un asiduo colaborador de este periódico), junto con el del Ayuntamiento de Torremolinos. Bueno, pues el barracón lo colocaron hace dos meses y asómbrense : ¡ aún no está disponible !. De verdad que en España hay una gente cojonuda, más buenos que el pan de munición, y con una paciencia a prueba de cualquier maldad. Como en las puertas, que están cerradas a cal y canto, no figura ningún cartel donde diga que están fuera de servicio, la gente se pega a ellas, las traquetea, las golpea, les da vueltas a los pomos; algunos ponen el oído –será para oír los ruidos lógicos de una meada o una cagada -, qué sé yo. El caso es que lógicamente todos se van con su apretujón a otro sitio donde puedan hacerlo más cómodo. Otros, los más jóvenes salen corriendo y se lanzan al agua, y bendita agua marina que lo purifica todo. Yo recuerdo que en San Lorenzo muchas mujeres iban muy recatadas ellas hacia el agua, y cuando las olas les llegaba a la barriga salían como si no hubiesen roto un plato, cuando lo que verdaderamente hacían era echar una meada, no otra cosa.
No quiero ser agorero pero como ya han pasado las elecciones municipales y cada mochuelo está en su olivo, menos los de la Comunidad de Madrid, por lo de los ladrillos y perillanes, me estoy imaginando que el dichoso retrete de Torremolinos lo inaugurarán en una aciaga mañana de invierno. Eso será cuando alguien responsable al ir a evacuar, mear o jiñar, se acuerde que en la Carihuela ordenó colocar un retrete para que los bañistas que no desean mojarse en las aguas del mar puedan hacer sus necesidades más perentorias en un lugar tranquilo y sosegado. Por si no se acuerdan les deseo que padezcan lo que vienen sufriendo los turistas foráneos –los del lugar ya lo saben- para que hagan las cosas que prometen en los mítines. Y ahora un chisneto de mi amigo Ricardo Redoli que viene como anillo al dedo:



DE UNO QUE TENÍA EL MUELLE FLOJO

Colegas de una misma profesión
Quisieron celebrar su aniversario
Preparando un banquete extraordinario
Y festejar, con ello, a su patrón.

Consignando la lista pertinente
Surgió el nombre-entre otro de un contable,
Cofrade de recuerdo memorable,
Por tener muelle flojo y maloliente.

A pesar de que algunos se opusieron
- entre ellos el dueño de la villa
donde habría de darse la velada -,

al final, un antiguo camarada
convenció al personal y decidieron
invitar a la fiesta al barriguilla.

Y acudieron de todos los rincones
Antiguos compañeros al evento.
No habría que decir que el elemento
Era el centro de las murmuraciones.

Comenzada la cena, el mencionado
Dio muestras de sudores repentinos:
Un pasmo le corrió por los intestinos
Y el dueño de la casa, mosqueado,

Le preguntó al flojillo por su brete.
“No es nada; ha sido un flato de un momento.
Me encuentro superbién, siga el convite.”

Pero al cabo de un rato, un nuevo envite
Levantó al barriguilla de su asiento
Llevándole deprisa hasta el retrete.

Ante el cuarto de baño alicatado,
Con espejos dorados y fanales
(a juego con vidrieras de cristales),
el hombre se contuvo anonadado.

Más, la cosa tenía poca espera;
Y acuciado por la necesidad,
Descubrió, como por casualidad,
En un holgado tiesto una palmera.

Retiró como pudo el cepellón
Y haciendo una letrina del cacharro
Llenó con los desechos medio tarro.

Luego puso la planta en posición
Dejando bajo tierra, tapadito,
El apestoso cuerpo del delito.

Terminada la gran celebración
- que por cierto fue un éxito total -,
el dueño dijo adiós al personal,
más, algo le quedó de la reunión.

Al cabo de algún tiempo el celebrante,
Envió un telegrama al encartado
Cuyo texto, alarmante y angustiado,
Era el ruego de un hombre suplicante.

Helo aquí el contenido de aquél texto:
“Sabemos que cagaste. Dinos donde.
No pedimos razones ni pretexto,
Pero di, por favor, dónde se esconde
La mierda que dejaste. ¿Dónde está?
Nos mudamos y el peste no se va.




Reciban un cordial saludo.

Juan J. Aranda
Málaga julio de 2003