viernes, marzo 10, 2006

Sobre ancianos y niños 12/06/03

SOBRE EL MALTRATO DE ANCIANOS Y DE NIÑOS



El hablar en una supuesta germanía cada día lo hacen más personas en la calle, mientras que la que habla la gente muy “fina” y honorable se va perdiendo poco a poco, y esto los lingüistas y académicos de la R.A.E. lo tienen muy en cuenta a la hora de ir incorporando esas palabras al Padre de nuestra lengua. Algunos escritores son joyeros, grandes orfebres de un vocabulario refinado que merecen que sus trabajos sean de lectura obligada de cabecera. Otros, aparte de ser artistas de la palabra colocan entre sus escritos alguna que otra malsonante, de las llamadas tacos. Algunos lo hacen con gracia y otros sin ella resultando ésta última un poco chungalí (caló) cuando la lees. Como habrán podido comprobar yo, con mi roma y rudimentaria inteligencia literaria es lo único que poseo para expresarme, lo mejor que sé de estas lides, de vez en cuando en la jerga del siglo XVII, que a mucha gente de “buenas costumbres” puede ocasionarles algún rasgo de vestidura y tratarme más o menos como un boquifresco y procaz. Se lo acepto sin ningún mosqueo ni cortapisa. Alguien pensará que mucha gente “buenas personas”, que te saluda cortésmente en el portal pero que maltrata en la intimidad del hogar a su pareja o a sus hijos; a los pederastas educados en colegios caros, o públicos, que sutílmente abominan el laicismo y el pensamiento liberal, o el que saca a su perro a cagar y a mear a la calle tienen menos grado de grosería porque sus deyecciones (defecaciones, diarreas) lingüísticas ni se les nota y sí a los que soltamos algún que otro taco.
Según El País de 3 de junio de éste año Luzdivina Alonso, una señora de 80 años, que no ve a su hijo desde hace tres ( ¡tela marinera! ), está ingresada en un hospital de León junto a Brígida, Antonio y María, todos ellos ancianos y en precario estado de salud. Estaban en una “residencia geriátrica” (mira que llamarle residencia) en un piso en La Bañeza (León). El personal del juzgado que entró en el piso, ya que los dueños fueron denunciados por los Servicios Sociales de esa Comunidad Autónoma, encontraron a los ancianos : “.... Estaban literalmente muertos de hambre, en un estado penoso, .... fue horrible. Al ponerles la comida, se abalanzaron hacia ella....”. La anciana Luzdivina (qué nombre más poético y bonito) comentó que le ataban las piernas con cables y no le daban papel para ir al servicio. Para más escarnio, mofa y encabronamiento le decían que el agua que bebía era de la taza del water (retrete). Ante esto no valen germanías ni niño muerto, solo que los dueños de ese piso-cárcel son unos babosos de mierda que se merecen algo de eso que llaman punible, o sea un castigo. Pues anda que el médico que los visitaba periódicamente dice: “Nunca vi malos tratos. Iba, les veía y nunca me dijeron que les trataran mal. Si hay malos tratos, yo no tengo porqué saberlo, (¿de verdad?) y todos los ancianos están desnutridos. Éstos no son los únicos”. Así de un tirón lo dijo el tío e imagino que ni se inmutaría porque éste galeno al señor Hipócrates le dio tal patada en los cojones que lo mandó a la mismísima mierda. Lo digo en germanía vasta para que nos entendamos por lo del juramento hipocrático que todos los médicos están, en teoría, obligados a cumplir: “Juro por Apolo, Esculapio y demás dioses del la Medicina, mantener religiosamente la promesa solemne...., mi único fin será cuidar y curar los enfermos, responder a su confianza y evitar hasta la sospecha de haber abusado de ella....”. Imagínense el sufrimiento de éstos ancianos soportando en silencio la infamia que estaban cometiendo con ellos unos desalmados sin escrúpulos, y todo por una parte de sus míseras pensiones.
Al hilo de éste tema tan execrable y abominable le doy mi apoyo con impotencia ante la congoja y la tristeza al señor Hamed Mohamed en su artículo de 1 de junio en éste mismo diario, donde habla sobre el comercio de niños, que no estoy en nada de acuerdo en lo que dice que las personas, por llamarles algo, traficantes de seres humanos, tienen una mente retorcida y enferma. No, señor Hamed, eso de la mente retorcida y enferma es un tópico en el que caemos mucha gente bién intencionada cuando nos referímos a esta gentuza. La mente la tienen más clara que usted y yo, y de enferma nada de nada; si así fuese serían unos enfermos mentales, o sea, seres que necesitan ayuda de nosotros, de toda la sociedad. Lo que verdaderamente es que son unos desalmados, aviesos, malignos, abominables, malas personas, execrables; literalmente unos cabrones, (léase personas malintencionadas) así, sin más. Si ustedes tienen otros adjetivos pónganlos junto a los míos.
Es mi opinión.
Reciban un saludo


Juan J. Aranda
Málaga 12 de junio de 2003