Poemas Julio 2003
POEMAS JULIO 2003
La luna cimbreante baila desde su altura
Alumbrando las nubes que el viento pasea, mientras
Por los pensiles de flores llenos
Ufana se contonea la Primavera .
Ha olvidado el rostro del Invierno frío
Que este deshojando despidió
Al peluquero de los árboles, el Otoño,
El que suavemente enfrió al caluroso Verano.
Una vez que me quedé medio groggy escuchando por enésima vez lo que compuso un cura italiano que se
llamaba Antonio Vivaldi: “Las Cuatro Estaciones”, recomendada para el estrés y la mala leche.
Como la rosa a su olor
Atado estoy a mi niñez
Sin olvidar tus calles recoletas
Con pocos coches y alquiladas bicicletas
Y el amor español en todas las ventanas.
Y los amores infantiles
En el verde paraiso del Lobera.
Y el Hernández con su pajarera esquinada.
Y el apestoso estanque con sus sucios patos
Como algunos de los niños sonrientes
Que agarrados a su reja oxidada con su candor infantil
Aplaudían a los vecinos patinadores.
Alquiler de bicicletas. Bosque tupido del Parque Lobera donde las niñas del Colegio de la Divina Infantita paseaban y jugaban bajo las miradas de dos monjas como “carabinas”. La pajarera del Hernández. El apestoso estanque de los patos y la pista de patinaje donde solo lo hacían los niños “litris”, hoy llamados pijos. Todo esto se podía ver en Melilla allá en la década de los cincuenta.
La luna cimbreante baila desde su altura
Alumbrando las nubes que el viento pasea, mientras
Por los pensiles de flores llenos
Ufana se contonea la Primavera .
Ha olvidado el rostro del Invierno frío
Que este deshojando despidió
Al peluquero de los árboles, el Otoño,
El que suavemente enfrió al caluroso Verano.
Una vez que me quedé medio groggy escuchando por enésima vez lo que compuso un cura italiano que se
llamaba Antonio Vivaldi: “Las Cuatro Estaciones”, recomendada para el estrés y la mala leche.
Como la rosa a su olor
Atado estoy a mi niñez
Sin olvidar tus calles recoletas
Con pocos coches y alquiladas bicicletas
Y el amor español en todas las ventanas.
Y los amores infantiles
En el verde paraiso del Lobera.
Y el Hernández con su pajarera esquinada.
Y el apestoso estanque con sus sucios patos
Como algunos de los niños sonrientes
Que agarrados a su reja oxidada con su candor infantil
Aplaudían a los vecinos patinadores.
Alquiler de bicicletas. Bosque tupido del Parque Lobera donde las niñas del Colegio de la Divina Infantita paseaban y jugaban bajo las miradas de dos monjas como “carabinas”. La pajarera del Hernández. El apestoso estanque de los patos y la pista de patinaje donde solo lo hacían los niños “litris”, hoy llamados pijos. Todo esto se podía ver en Melilla allá en la década de los cincuenta.
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