sábado, agosto 26, 2006

ALGO SOBRE UNA VIEJA ARAUCARIA Y LA VIOLENCIA EN LA COA 06/12/03

ALGO SOBRE UNA VIEJA ARAUCARIA Y LA VIOLENCIA EN LA C.O.A.


Hace casi cincuenta años, recién cumplida la comunión, en la Cañada o Castelar, en la librería Mateo, me prestaron un pequeño libro de poemas de un comunista chileno con la recomendación de no decir de donde lo pude encontrar. Era cuando se escuchaba por la radio un toque de clarín en el Parte de mediodía. Varias décadas después cayó en mis manos otro libro del mismo autor en el que dice sobre las palabras (castellano): “Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras de las Américas encrespadas, buscando patatas, tabaco negro, oro, maíz, con aquél apetito voraz que nunca se ha visto en el mundo. Todo se lo tragaban, con religiones, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas. Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra. Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes.... el idioma. Salimos perdiendo. Salimos ganando. Se llevaron el oro y nos dejaron el oro. Se lo llevaron todo y nos dejaron todo. Nos dejaron las palabras”. Este comunista como todo el mundo sabe era Pablo Neruda, y no tenía rabo ni cuernos, y viene al caso que nos ocupa porque nació en la Araucanía de Chile, de donde es originario el árbol “Araucaria”, con ere (erre sencilla); conífera que crece hasta los 50 metros de altura. Bueno, pues me han dicho que la conífera araucaria que estaba plantada en el patio de la casa del doctor Gámez Morón en la antigua calle A de Ataque Seco, avenida de Cándido Lobera o Cuesta del Kursaal (como mi madre decía) la han talado, ya no está para dar sombra; así, sin más. Yo recuerdo ese árbol desde que empezaba a razonar, o sea, desde chiquitillo. Desde que mi padre me llevaba en la regadera de bomberos para llenar el tanque en la aguada junto a la casa del “médico de los niños” para regar las calles céntricas o llevar agua a los barcos atracados en el puerto o a los barrios donde no llegaba ese suministro. Imagino que los amantes de los animales y plantas habrán protestado. Yo, de momento, protesto así, muy cabreado, como cuando maltratan a un perro y lo dejan abandonado, ya que ambos son seres vivos y sufren cuando se les dañan. El gemido de un perro es la manera de comunicarnos que está siendo agredido, y su ladrido cuando intenta atacar para defender su propiedad o que siente temor; pero el árbol ni gime ni ladra, solo nos da frutos y sombra y también albergue para los pájaros, siendo la manera de decirnos que nos quiere y agradece cuando lo regamos, igual que las flores y las demás plantas nos deleitan agradeciéndonos con sus fragancias. Si alguno de ustedes lo puede hacer con mas enjundia, háganlo.
El día tres de diciembre leo en este periódico: “La COA suspenderá la línea de Mariguari si continúan las agresiones”. Por lo visto los conductores “no aguantan más” la inseguridad que sufren en este trayecto. El señor Albadalejo, presidente de la compañía, insta a los padres a que “reeduquen” a sus hijos. “Se debía concienciar a los familiares de estos niños para que nos ayuden a solucionar esta situación .” El señor Albadalejo, con su bondad, para que se solucionen las cosas por la vía del diálogo dice “reeducar”; y yo me pregunto: ¿Alguna vez han estado educados, y perdida su educación, esos gamberros jilipollas, para que vuelvan a ser reeducados de nuevo?. Mi respuesta es : NO. También les llama: niños; calificativo erróneo, porque esos “nenes” deben tener sus bolsas escrotales tan negras como los del burro del señor Valero de la calle de Castellón. Yo recuerdo que un juez de Granada, que hace pocos fue conferenciante en Melilla, castiga a estos niños de grandes zigotos a cumplir penas tan peculiares como las de educarse trabajando en reponer lo que han dañado. Claro está que la implicación de sus papás es fundamental, y así éstos también se “reeducarían” cuando fuesen obligados a que sus vástagos vuelvan al redil de las buenas maneras y costumbres, como cualquier persona civilizada en un país como es España.





Juan J. Aranda
Málaga 8 diciembre 2003