Algunas preguntas y un chisneto de Redoli 30/03/2003
ALGUNAS PREGUNTAS Y UN CHISNETO DE REDOLI
Según Adolfo Llanos Alcaraz, en “Campaña de Melilla 1893-1894” al fuerte de Rostro Gordo dice que se le debió llamar: Rastro Gordo, porque éste es el nombre de la altura en que está asentado el fuerte. ¿Es esto cierto?. Pregunto a quien pueda responderme. De verdad que muchas veces estas cosas me convierten en ratón de biblioteca en el que muchas veces no me como ni un pedacillo de queso rancio, como éste del fuerte. A la ensenada de los Galápagos también se le llamó de Los Viejos. Lo de los Galápagos está claro porque puede que hayan existido en otros tiempos, pero los Viejos; qué motivo tuvieron para llamarle así. Yo recuerdo de cuando nos bañábamos en los cincuenta en esa misma playita, pero nadando desde la Alcazaba, que decían que había un lobo marino entanado debajo del cuartel de la Policía Armada (hoy Nacional). Otra palabra que en la Península no la he escuchado nunca es “entanao”, estar en un lugar a gusto y tranquilo, símil de estar un mero u otro pez escondido en una cueva submarina. Mi amigo Rogelio Jiménez guarda un negro recuerdo de aquéllos baños ya que quedó cojo por una caída desde una altura de varios metros sobre una roca frente a la Muralla Real en la Alcazaba. La palabra Morigerado dice Miguel Tello Amondareyn en “Ceuta llave principal del Estrecho” que quiere decir : Moros que viven en la frontera; y en mi Espasa, no en el gabacho señor Larrouse, dice que es una persona bien criada y de buenas costumbres. Yo me inclino por mi amigo Espasa, por hacer patria más bien, porque Amondaryn escribió ese libro en el siglo XIX y creo que buscaría la similitud de “Moro” con “Morigerado”, que no tienen nada que ver una cosa con la otra. Como anécdota sobre Ceuta leí hace años que en nuestra ciudad hermana a finales del XIX existían varias publicaciones como El Africa, El Heraldo de Ceuta, El Progreso, El Sinapismo y El Orates. No me digan ustedes que el que escribiera en El Orates debió tener mas guasa que El Risitas de Sevilla; pero el que lo hiciera en El Sinapismo sería como una mosca cojonera, que se mete con todo el mundo. Otra cosa que siempre me intrigó es la frase de mi abuela, la madre de la mía. Cada vez que iba a su casa, y eso era cada día a todas horas, y me veía tan lavado y reluciente, con las orejas coloradas de tanto frotarme mi madre (criarás patatas en los soplillos me decía), “Ven hijo mío que te eche agua de olor”, y no era otra cosa que colonia de baño corrientita de la tienda de Hamido. Pero mi abuela como era muy de Málaga ella, solía cantar por lo bajini una cancioncilla que decía : “Bañóle todo su cuerpo/ con agua de toronjil; /hízole cama de rosa,/ cabecera de alhelí”. Por lo visto existe un bálsamo hecho con hojas y flores de toronjil que se utilizaba como perfume y remedio tónico, también llamado de Los Carmelitas. Para muchas personas evocar los tiempos de niñez, de colegio o de mili, son un poco caóticos. A mí, y perdonen la inmodestia, me resultan facilillos, y a veces hasta divertidos. Como muchas de las frases que decía mi maestro de música, don Julio Moreno, que ya volveré a la carga para que le dediquen una calle: “Ese fliscorno está necesitado de alimento, está asmático perdido, hijo mío”. Todo era porque el niño que lo tocaba se ponía nervioso y no le salía el suave y dulce sonido de ese instrumento, que ni es trompeta ni trombón. Aquél niño tenía 10 años y se llama Luís Jiménez, hermano del accidentado Rogelio y del batería de la actual banda municipal, Pepe Jiménez. El viejo de la boina y el bastón, que tenía tan olvidado, otro cachondo como el pobre Rafalito, me decía siempre que la palabra Ayuntamiento es una de las pocas del diccionario que contiene las cinco vocales. Y ustedes dirán que qué tiene que ver eso de las vocales; pues por curiosidad, solamente curiosidad que a mucha gente le gustará saber. Me contaba que fue uno de los pioneros que llegaron a Melilla a principios del siglo pasado. Fue el que me dijo que conoció al dueño del hotel-restaurante Asia que existió en el Polígono frente al bar “La Oficina” de José el Montañés, donde te ponía una sola aceituna de tapa por cada vaso de vino que te tomabas. Decía que el llamado Asia era por el Regimiento del mismo nombre de un señor que sirvió en él a finales del XIX, y enterándose de que en Melilla había follón a principios del XX se plantó en la ciudad como voluntario, siendo rechazado por la edad. Pero puso su hotel-restaurante y lo bautizó con el nombre de su regimiento. Años mas tarde, ésta anécdota la pude comprobar en “Melillerías” de Constantino Domínguez, llevándome la grata sorpresa de que era real la historia, como todas las que me contó mientras vivió.
Y ahora un chisneto de mi amigo Redoli:
TRES MUJERES QUE ENTRARON EN UN CEMENTERIO
Tres mujeres que viajan en un coche,
De vuelta de un congreso-exposición,
deciden detenerse en un rincón
Y hacer un pis en medio de la noche.
Una de ellas descubre casualmente
Una lápida fría. ¡Vaya espanto,
Sin querer se han metido en un camposanto!.
Así que huyen las tres rápidamente.
Con las bragas apenas colocadas
Se meten en el coche a toda prisa
Y regresan a casa y al marido.
Sin que el cuerpo les llegue la camisa,
-temiendo que las tomen por chifladas-
no cuentan la experiencia que han vivido.
Se encuentran los maridos otro día
En el bar de costumbre, y el primero
Se expresa de este modo tan sincero:
“A saber donde estuvo mi María
la noche que volvía del congreso
pues vino con las bragas del revés.”
El segundo apostilla: “Pues, tú ves,
Mi Pepa regresó a casa sin eso.”
El tercero se arranca vehemente
Al tiempo que consume su bebida:
“Pues lo mío, en verdad, no tiene pase:
A mi Lola le hallé, precisamente,
Un lazo entre las bragas con la frase:
Recuerdo de tu Juan que no te olvida.”
Reciban un cordial saludo
Juan J. Aranda
Málaga 30 de marzo de 2003
Según Adolfo Llanos Alcaraz, en “Campaña de Melilla 1893-1894” al fuerte de Rostro Gordo dice que se le debió llamar: Rastro Gordo, porque éste es el nombre de la altura en que está asentado el fuerte. ¿Es esto cierto?. Pregunto a quien pueda responderme. De verdad que muchas veces estas cosas me convierten en ratón de biblioteca en el que muchas veces no me como ni un pedacillo de queso rancio, como éste del fuerte. A la ensenada de los Galápagos también se le llamó de Los Viejos. Lo de los Galápagos está claro porque puede que hayan existido en otros tiempos, pero los Viejos; qué motivo tuvieron para llamarle así. Yo recuerdo de cuando nos bañábamos en los cincuenta en esa misma playita, pero nadando desde la Alcazaba, que decían que había un lobo marino entanado debajo del cuartel de la Policía Armada (hoy Nacional). Otra palabra que en la Península no la he escuchado nunca es “entanao”, estar en un lugar a gusto y tranquilo, símil de estar un mero u otro pez escondido en una cueva submarina. Mi amigo Rogelio Jiménez guarda un negro recuerdo de aquéllos baños ya que quedó cojo por una caída desde una altura de varios metros sobre una roca frente a la Muralla Real en la Alcazaba. La palabra Morigerado dice Miguel Tello Amondareyn en “Ceuta llave principal del Estrecho” que quiere decir : Moros que viven en la frontera; y en mi Espasa, no en el gabacho señor Larrouse, dice que es una persona bien criada y de buenas costumbres. Yo me inclino por mi amigo Espasa, por hacer patria más bien, porque Amondaryn escribió ese libro en el siglo XIX y creo que buscaría la similitud de “Moro” con “Morigerado”, que no tienen nada que ver una cosa con la otra. Como anécdota sobre Ceuta leí hace años que en nuestra ciudad hermana a finales del XIX existían varias publicaciones como El Africa, El Heraldo de Ceuta, El Progreso, El Sinapismo y El Orates. No me digan ustedes que el que escribiera en El Orates debió tener mas guasa que El Risitas de Sevilla; pero el que lo hiciera en El Sinapismo sería como una mosca cojonera, que se mete con todo el mundo. Otra cosa que siempre me intrigó es la frase de mi abuela, la madre de la mía. Cada vez que iba a su casa, y eso era cada día a todas horas, y me veía tan lavado y reluciente, con las orejas coloradas de tanto frotarme mi madre (criarás patatas en los soplillos me decía), “Ven hijo mío que te eche agua de olor”, y no era otra cosa que colonia de baño corrientita de la tienda de Hamido. Pero mi abuela como era muy de Málaga ella, solía cantar por lo bajini una cancioncilla que decía : “Bañóle todo su cuerpo/ con agua de toronjil; /hízole cama de rosa,/ cabecera de alhelí”. Por lo visto existe un bálsamo hecho con hojas y flores de toronjil que se utilizaba como perfume y remedio tónico, también llamado de Los Carmelitas. Para muchas personas evocar los tiempos de niñez, de colegio o de mili, son un poco caóticos. A mí, y perdonen la inmodestia, me resultan facilillos, y a veces hasta divertidos. Como muchas de las frases que decía mi maestro de música, don Julio Moreno, que ya volveré a la carga para que le dediquen una calle: “Ese fliscorno está necesitado de alimento, está asmático perdido, hijo mío”. Todo era porque el niño que lo tocaba se ponía nervioso y no le salía el suave y dulce sonido de ese instrumento, que ni es trompeta ni trombón. Aquél niño tenía 10 años y se llama Luís Jiménez, hermano del accidentado Rogelio y del batería de la actual banda municipal, Pepe Jiménez. El viejo de la boina y el bastón, que tenía tan olvidado, otro cachondo como el pobre Rafalito, me decía siempre que la palabra Ayuntamiento es una de las pocas del diccionario que contiene las cinco vocales. Y ustedes dirán que qué tiene que ver eso de las vocales; pues por curiosidad, solamente curiosidad que a mucha gente le gustará saber. Me contaba que fue uno de los pioneros que llegaron a Melilla a principios del siglo pasado. Fue el que me dijo que conoció al dueño del hotel-restaurante Asia que existió en el Polígono frente al bar “La Oficina” de José el Montañés, donde te ponía una sola aceituna de tapa por cada vaso de vino que te tomabas. Decía que el llamado Asia era por el Regimiento del mismo nombre de un señor que sirvió en él a finales del XIX, y enterándose de que en Melilla había follón a principios del XX se plantó en la ciudad como voluntario, siendo rechazado por la edad. Pero puso su hotel-restaurante y lo bautizó con el nombre de su regimiento. Años mas tarde, ésta anécdota la pude comprobar en “Melillerías” de Constantino Domínguez, llevándome la grata sorpresa de que era real la historia, como todas las que me contó mientras vivió.
Y ahora un chisneto de mi amigo Redoli:
TRES MUJERES QUE ENTRARON EN UN CEMENTERIO
Tres mujeres que viajan en un coche,
De vuelta de un congreso-exposición,
deciden detenerse en un rincón
Y hacer un pis en medio de la noche.
Una de ellas descubre casualmente
Una lápida fría. ¡Vaya espanto,
Sin querer se han metido en un camposanto!.
Así que huyen las tres rápidamente.
Con las bragas apenas colocadas
Se meten en el coche a toda prisa
Y regresan a casa y al marido.
Sin que el cuerpo les llegue la camisa,
-temiendo que las tomen por chifladas-
no cuentan la experiencia que han vivido.
Se encuentran los maridos otro día
En el bar de costumbre, y el primero
Se expresa de este modo tan sincero:
“A saber donde estuvo mi María
la noche que volvía del congreso
pues vino con las bragas del revés.”
El segundo apostilla: “Pues, tú ves,
Mi Pepa regresó a casa sin eso.”
El tercero se arranca vehemente
Al tiempo que consume su bebida:
“Pues lo mío, en verdad, no tiene pase:
A mi Lola le hallé, precisamente,
Un lazo entre las bragas con la frase:
Recuerdo de tu Juan que no te olvida.”
Reciban un cordial saludo
Juan J. Aranda
Málaga 30 de marzo de 2003
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