Agradecimiento 17/03/2003
AGRADECIMIENTO
Desde estas páginas que tan gentilmente me brinda este periódico cada semana deseo de todo corazón agradecer a todas las personas e instituciones la publicación y la amable acogida de mi “Breve Cronología de Melilla”.
A Joaquín González, Consejero de Educación, el munífico valedor que cita Ricardo Redoli en el prólogo, que humildemente declinó ser el verdadero prologuista. Paciente ante el teléfono por mis continuas llamadas para lograr el nacimiento de la “criatura”, ya que sin su apreciada, desinteresada y amable ayuda no hubiera sido posible el “parto”. También de la presentación por él del libro ante la prensa, dado mi ausencia de la ciudad.
A Ricardo Redoli, catedrático de Filología Francesa de la Universidad de Málaga, y futuro rector de la misma, el prologuista y corrector, igualmente paciente y solícito ante mis consultas intempestivas; autor de los “Chisnetos”(chistes hechos sonetos) que pueden leer de vez en cuando en estas páginas.
A Juan Garbín, que me llama poeta porque a veces oigo con nitidez la música en mi alma, como el viento de mi niñez volar por las calles de Melilla.
A nuestra directora, Irene Flores, por su amable reseña del libro y permitirme volcar mis recuerdos llenos de amor hacia nuestra ciudad desde estas páginas.
Al equipo de coordinación de este periódico, Nicolás, Algarra, Conde Polo y Ginés, que me honran cuando me llaman compañero de hábitos literarios, cuando solo soy un autodidacta que todo lo que escribo sobre mi ciudad está teñido de vivos recuerdos en mi memoria guiados con el cariño de hijo bien nacido. Ya me gustaría secuestrar el alma de la persona que me lee, entonces sería un honor, y como ya digo, solo soy un junta-palabras.
Al melillense Antonio Abad, premiado poeta, mi editor y consejero literario en Málaga.
A mi sobrino Antonio Madrid, fotógrafo, autor de varias fotografías que ilustran el libro. Y como no a mi esposa melillense Ana María, y a mis hijos Francisco y Juan que con tanto amor y cariño me han ayudado en la búsqueda y recopilación de datos, convertidos en ratoncitos de bibliotecas y haciendo que ellos, aunque son malagueños de nacimiento, sean melillenses adoptivos.
Al amor puedes olerle la piel y todo lo que él emana, como la armonía del sentimiento que le hace entrega al corazón y no puedes verle la cara; pero a los libros, cuando se leen, hay que ponerles un rostro, el que crea el lector, ya sea bonito, feo, agradable o desabrido. Solo pido que cuando me lean pongan una cara amable, porque lo que escribo lo hago con el corazón pensando siempre que la literatura, la que sea, debe ser como vasos comunicantes entre todas las personas, y en este caso todo lo que de Melilla escribo, ya sean hechos históricos, ya sean anécdotas jocosas, todo ello sale desde lo más profundo de mi alma. Para mi, nuestra ciudad, es la auténtica y musicada con sus jardines y sus calles sin laberintos; es la poética y descarnada sin ninguna mezquindad; es la zurcidora de gratos recuerdos unidos a la vida actual a la que intento darle el color que deseo; y de verdad que siempre me sale el mismo: el azul de su mar, como el de su bandera.
A todos, muchas, muchas gracias y un sincero abrazo.
Juan J. Aranda
Málaga 17 de marzo de 2003
Desde estas páginas que tan gentilmente me brinda este periódico cada semana deseo de todo corazón agradecer a todas las personas e instituciones la publicación y la amable acogida de mi “Breve Cronología de Melilla”.
A Joaquín González, Consejero de Educación, el munífico valedor que cita Ricardo Redoli en el prólogo, que humildemente declinó ser el verdadero prologuista. Paciente ante el teléfono por mis continuas llamadas para lograr el nacimiento de la “criatura”, ya que sin su apreciada, desinteresada y amable ayuda no hubiera sido posible el “parto”. También de la presentación por él del libro ante la prensa, dado mi ausencia de la ciudad.
A Ricardo Redoli, catedrático de Filología Francesa de la Universidad de Málaga, y futuro rector de la misma, el prologuista y corrector, igualmente paciente y solícito ante mis consultas intempestivas; autor de los “Chisnetos”(chistes hechos sonetos) que pueden leer de vez en cuando en estas páginas.
A Juan Garbín, que me llama poeta porque a veces oigo con nitidez la música en mi alma, como el viento de mi niñez volar por las calles de Melilla.
A nuestra directora, Irene Flores, por su amable reseña del libro y permitirme volcar mis recuerdos llenos de amor hacia nuestra ciudad desde estas páginas.
Al equipo de coordinación de este periódico, Nicolás, Algarra, Conde Polo y Ginés, que me honran cuando me llaman compañero de hábitos literarios, cuando solo soy un autodidacta que todo lo que escribo sobre mi ciudad está teñido de vivos recuerdos en mi memoria guiados con el cariño de hijo bien nacido. Ya me gustaría secuestrar el alma de la persona que me lee, entonces sería un honor, y como ya digo, solo soy un junta-palabras.
Al melillense Antonio Abad, premiado poeta, mi editor y consejero literario en Málaga.
A mi sobrino Antonio Madrid, fotógrafo, autor de varias fotografías que ilustran el libro. Y como no a mi esposa melillense Ana María, y a mis hijos Francisco y Juan que con tanto amor y cariño me han ayudado en la búsqueda y recopilación de datos, convertidos en ratoncitos de bibliotecas y haciendo que ellos, aunque son malagueños de nacimiento, sean melillenses adoptivos.
Al amor puedes olerle la piel y todo lo que él emana, como la armonía del sentimiento que le hace entrega al corazón y no puedes verle la cara; pero a los libros, cuando se leen, hay que ponerles un rostro, el que crea el lector, ya sea bonito, feo, agradable o desabrido. Solo pido que cuando me lean pongan una cara amable, porque lo que escribo lo hago con el corazón pensando siempre que la literatura, la que sea, debe ser como vasos comunicantes entre todas las personas, y en este caso todo lo que de Melilla escribo, ya sean hechos históricos, ya sean anécdotas jocosas, todo ello sale desde lo más profundo de mi alma. Para mi, nuestra ciudad, es la auténtica y musicada con sus jardines y sus calles sin laberintos; es la poética y descarnada sin ninguna mezquindad; es la zurcidora de gratos recuerdos unidos a la vida actual a la que intento darle el color que deseo; y de verdad que siempre me sale el mismo: el azul de su mar, como el de su bandera.
A todos, muchas, muchas gracias y un sincero abrazo.
Juan J. Aranda
Málaga 17 de marzo de 2003
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