miércoles, enero 04, 2006

Sobre la galvanización de pistolas en los años 20 15/01/2003

          SOBRE LA GALVANIZACIÓN DE PISTOLAS EN LOS AÑOS 20


     Neruda decía sobre las palabras de nuestra lengua castellana que se postergaba ante ellas; sobre  las que cantan, las que suben y bajan, las inesperadas, las que glotonamente se esperan, las que se acechan hasta que de pronto caen sumisas donde tú deseas colocarlas.   A mí me ocurre eso de vez en cuando, pero es con las frases.  Hace poco leí una, “Galvanización de pistolas”, en una revista que trataba sobre los años de guerra y posguerra en España; me refiero a la Guerra Civil (mira que llamarle civil).  También recordaba mis conversaciones con un viejo anciano que vivió en Melilla ochenta años, mas bien era melillense, porque adoraba nuestra ciudad mas que a la de su nacimiento. Yo le decía que eso era un pecado, que había que querer a las dos por igual.  Éste era otro Rafalito, y menudo guasón estaba hecho.   Ésta frase por su significado como ustedes saben, quiere decir entre otras cosas, dar un baño de metal sobre otro, calmar un dolor con ánodos de corriente galvánica, o aplicar el galvanismo a un animal vivo o medio muerto.  Mi primo Juan Galván, el de mi tía Virginia, cuando éramos niños y se enfrentaba a otro le decía que lo iba a galvanizar.  Este viejo me contaba que en las casas de putas de Melilla, las de tratos eran casas particulares de tapadillo, solía haber un cartel mas o menos con la misma leyenda: “Se galvanizan pistolas a  “X” pesetas”.  He puesto X porque no sé cuanto cobraría una señora por galvanizarle la pistola a un señor en los años del Charleston.  Hoy se dice echar un kiki.  También habían señoritas que bailaban con señores si éstos previamente le daban una boleta que costaba otra “X” por cada baile que ejecutaban en el “dancing”; a éstas mujeres les llamaban tanguistas. Para decir que una señora era un pendón desorejado decían que era una tanguista, con la de pendones que hay (ambos sexos)sin ser tanguistas.  En la memoria de muchos que han pasado los setenta, recordarán que en Melilla, cuando ellos eran unos críos, existían varios merenderos, las famosas ventas con sus “dancings” situadas en las afueras de la ciudad, donde la gente se divertía a “tutiplén”, como decía el viejo de Melilla.  
Y cambiando un poco de tema yo me imagino lo que costaría una habitación del mejor hotel de la ciudad; por ejemplo el Reina Victoria situado en la calle General Pareja esquina Conde de Serrallo, actual General Prím, no creo que costara tanto como el Palace de Madrid en la actualidad.  Según leo el 9 de enero el que manda mas en la ciudad, políticamente hablando, reprochó al otro que relevó en el cargo de que cada vez que iba a Madrid para cosas del currelo se hospedase nada menos que en el Palace a cuarenta mil cucas por noche; ¡tela marinera!.  Claro que es porque éste ya lo tenía harto de que le dijera delante de todo el mundo, que si dormía dos veces ¿ se puede hacer eso ?- ,que si tomaba dos desayunos, que si dos almuerzos, también dos cenas, con lo malo que es cenar tanto (yo acabo de cenar una manzana), en fin, todo doble, a pique de pillar una pancreatitis.  Yo no creo que aquél se debía de haber ido a la “Fonda El Sable” a dormir porque según cuenta la leyenda en la misma mesa donde comían dormían con la cabeza echada hasta la mañana siguiente en que el mesonero cortaba la soga del tablero para que se despertase todo el mundo.   Como es natural un representante del pueblo, el que manda más, no puede ir a un vulgar hotel de dos o tres estrellas, debe hospedarse en el mejor de la Capital del Reino, que para eso se lo pagamos entre todos cada vez que tenemos que rendirle cuentas al señor Rato, y con lo quisquilloso que es el hombre con el déficit cero, cualquiera se va sin pagar, menudo es; además, que la ciudad de Melilla se merece que sus representantes se alojen en los mejores hoteles porque van representando a todos los melillenses, y si lo hicieran en una fonda, que tampoco están mal porque las hay muy limpias, las lenguas de doble filo saldrían a relucir.
     Lo que yo digo, esto es de sainete de los Quintero, y perdónenme los señores que mandan, sin ánimo de ofender.  Ya me hubiese gustado estar en el debate ese en que se reprochan las dobles comidas, lo de las cuarenta mil calas del ala que costó el Palace cada noche; lo de “habría que ver en qué hotel se hospedaba y en cuál estaba yo”; ni que estuviese debajo de un puente.   Si hubiese algún escritor que reflejara en un libreto para una obra de teatro todo lo ocurrido en esa sesión, creo que se la rifarían los productores.  Los directores de teatro de la ciudad podrían muy bien ensayar los diálogos y representarlos en cualquier sala; así verían los niños, sobre todo los niños, cómo se comportan los representantes de su ciudad; la que le vamos a dejar para cuando sean mayores, y no niños inflados, como parecemos algunos de los que peinamos canas .  No me digan que no tendrían gracia los actores en los diálogos tan intelectuales, tan profundos y tan llenos de poesía y de filosofía política.  “Que usted desayuna, almuerza y cena dos veces”.  Pero cuando la clac hace su aparición con su falso aplauso sería al final de: “y también duerme dos veces”.  Alguna risa arrancaría, vamos, digo yo.  El oponente le podría contestar : “En vez de ir al Palace y gastarse cuarenta mil ancianas pesetas, se podría haber hospedado en una fonda”.  Lo de ancianas pesetas no quedaría mal.
     Si alguna vez es estrenada esta obra en la ciudad, no se olviden de invitarme, aunque sea de clac en el paraíso o en el gallinero; la platea se la dejaríamos a los verdaderos autores del diálogo.  Es lógico, no?.

     Reciban un saludo

                              Juan J. Aranda

                              Málaga 15 de enero de 2003